Antes de nada tienes que resolver que ha sucedido con tu lienzo en blanco. Agarras la sábana desde el extremo inferior y la apartas a un lado en un solo movimiento. El timbre suena una vez más, restallando con un gorgoteo metálico que disminuye hasta convertirse en un silencio absoluto.
Enfocas tu mirada en los trazos oscuros de la pintura, en la arquitectura familiar, medio en ruinas, de un edificio que jamás has pintado, pero que reconocerías en cualquier parte. El Sanatorio de Aguas Rojas.
De atmósfera opresiva, la escena, en su sencillez, evoca una sensación de fatalidad, de castigo, de pérdida. El dolor en la cabeza te golpea como una punzada acompañada de imágenes y sensaciones. Diapositivas rápidas dentro del sanatorio. Una celda, una silla, un grito que resuena desde el pasado. Un grito que te pertenece.
Te frotas las sienes y vuelves a escrutar el cuadro. Frente al edificio hay dos figuras abocetadas, apenas unos trazos en el gran conjunto del edificio. La figura más grande, espigada, en sombras, coge de la mano a la más pequeña. La segunda figura, a pesar de que es irreconocible, sabes que representa a Selene, tu hermana melliza.
Es a ella, es su voz, la que ahora escuchas en tu cabeza; un llanto lastimero, lejano, que llega hasta ti convertido en un susurro.
«Otra vez no, por favor, otra vez no. Sácame de aquí, por favor. Seré buena. Lo prometo, seré buena. Ya basta».
Te apartas del cuadro con un estremecimiento y lo cubres de nuevo con la sábana. Te tapas los oídos y cierras los ojos con fuerza hasta que las palabras cesan de resonar en tu cráneo.
Cuando lo peor ha pasado, y crees haber recuperado el control, caminas algo mareado, con la respiración ansiosa, hasta la entrada del estudio. Por debajo de la puerta se asoma el extremo de un sobre. Lo recoges y lo giras entre las manos. Está completamente en blanco, sin remitente o destinatario.
Rompes el cierre y extraes un folio donde unas palabras lapidarias, escritas con pinturas infantiles, turbias en la maraña caótica de colores, dicen así: LA TENGO TIC TAC!