La verdad es que no tienes ni idea de cuanto tiempo tardarás en llegar al Sanatorio de Aguas Rojas sin un vehículo. Además, en caso de que oscurezca puedes usar tu coche para descansar, pero si te vas andando dependes únicamente de lo que te encuentres por el camino.
No quieres pensar demasiado en lo que has visto en tu estudio, ni en la urgencia que te genera. Debes mantenerte ocupado o los recuerdos regresarán, dispuestos a arañar y morder, dispuestos a hacerte pedazos.
El pueblo. Seguro que en el pueblo encontrarás ayuda. Algunas casas estaban en buen estado, así que, a pesar de que no has visto a nadie, tiene que haber alguna persona allí. Tal vez alguien pueda venderte un bidón de gasolina o alquilarte un coche.
Regresas por la carretera y te adentras en el pueblo de Aguas Rojas.
Antes, al estar dentro del vehículo, has pasado por alto un detalle que ahora eres incapaz de ignorar. El silencio. Jamás lo has tenido tan presente. En casa, incluso estando solo, te acompañan los ruidos amortiguados de la ciudad, el tráfico, los vecinos, incluso el leve zumbido de los electrodomésticos. Aquí, sin embargo, reina un silencio absoluto. Ni tan siquiera hay pájaros o algún gato que se esconda al verte. Tampoco ves vehículos, ya sea motocicleta coche o furgoneta. Nada perturba el silencio salvo tu respiración y el sonido de tus pasos.
Decides meterte por una calle transversal a la que cruza el pueblo de punta a punta. Es algo más ancha que los callejones que has visto hasta ahora. La calzada lleva mucho tiempo desatendida. Numerosas grietas se extienden y ramifican en gran parte del pavimento, desembocando algunas en hoyos donde el asfalto se acumula en fragmentos desmenuzados.
Aceleras el paso cuando al final de la calle distingues un todoterreno aparcado frente a un edificio más grande que el resto y que debe de ser el ayuntamiento. Solo reduces el paso cuando percibes movimiento en una pequeña plazuela que queda a tu derecha y en la que destaca una iglesia medio derruida, pero en la cual, acabas de ver a una anciana cruzar las grandes puertas dobles.